Calles de Rue le Magie

- Estúpido día - Masculló entre dientes en el mismo instante en el que salió de la librería. Seguía preguntándose por qué la dependienta no había hecho disminuir los libros y por qué ella tenía que cargar con ellos. Buscó por las abarrotadas calles hasta encontrar un gran banco donde sentarse y se dirigió hacia él. Allí esperaría a que sus padres le mandaran a alguien, no iba a cargar con eso hasta casa.

- No pienso comprar esos estúpidos libros. - Se decía a si mismo mientras pensaba que le mandaría ese recado a su hermano, hoy solo pasearía por esas calles hasta encontrar a una chica y poder pasar su tiempo libre haciendo "algo" con ella. Miraba de un lado al otro buscando, hasta que su vista se detuvo en la chica que estaba sentada en el banco, se acerco sin hacer ruido y empezó con su típico discurso chulesco.
- Hola Rachel, ¿me estabas esperando?. -Terminando la frase con su sonrisa torcida, que el sabia que a todo el mundo, especialmente chicas les encantaba.

Dejó caer los libros en el banco y se sentó en él guardando antes el caldero ''en minuatura'' en el bolsillo de su pantalón. Cruzó una pierna encima de otra y se quedó un rato así, esperando, hasta que escuchó a sus espaldas una voz que le era familiar. No necesitaba darse la vuelta para saber de quien se trataba.

- No sabes cuánto te he echado de menos este verano, ¡claro que te esperaba! Llevo toda mi vida haciéndolo – Chasqueó la lengua con una sonrisa irónica a la vez que ladeaba la cabeza para mirarlo. No, no iba a negar que la fama que Alexander tenía estaba muy bien excusada porque todo lo que tenía de ego lo tenía de guapo, un tanto parecido a lo que a ella le pasaba. Le hizo un gesto para que se sentara.

- Yo también te he echado de menos rubia, te daría un abrazo, pero ya ves que voy cargado.-  Eso último lo dijo señalando sus manos vacías, se podía notar la ironía en el tono que lo decía. Esa chica es lo más parecido que tiene a una amiga, y la verdad es que no se sabe si por interés o tal vez porque tengan tantas cosas en común. La belleza era una de esas cosas en común.
- Por cierto estas tan horrible como siempre, y ¿has puesto unos kilos de más?. - La miraba de arriba abajo riéndose mientras se sentaba.

Hizo una notable mueca al ver sus manos y luego pensar en los libros que tenía a un costado, los cuales parecían burlarse de ellas con un ''tus padres se olvidaron de esto, los elfos no vendrán y tú nos llevarás''. Cruzó los brazos de igual forma que las piernas y apoyó la espalda en el banco.

- ¿Es que piensas ir a Beauxbatons sin libros? Eso es muy práctico, Alec – El sarcasmo por lo que parecía formaba parte de ella. Escuchó lo último y para nada le ofendió, ella sabía muy bien como estaba-. Vamos Payne, sabes que te pongo y apuesto lo que sea que no se debe solo a mi semi-veelismo.

- Solo pienso en lo ilusionadísimo que estará mi hermano cuando le pida que me los compre. Eso si que es practico, señorita Rowell. -

Le gustaba ser borde con ella, porque siempre le contestaría, no como las típicas chicas que se achantarían ante ese tipo de comentarios.
 
- Si eso fuera una apuesta, me pagarías tu a mi, porque te equivocas, si fuera al revés, también me tendrías que pagar tu. Se que te mueres por mis huesos preciosa.-

- ¿Piensas cargarle a Logan todas tus compras? - Soltó una pequeña carcajada. Logan y Alec en ese aspecto eran como el día y la noche; mientras que uno era un completo enemigo de las normas y muy despreocupado el otro era responsable aunque con cierto aire ególatra también al más puro estilo Alexander Payne.

- Claro que sí, por supuesto. - Contestó frente a lo último-. ¿En qué exactamente lo has notado? Creí que disimulaba bien.

- Si, todas las compras . -  Ese "todas" lo hizo recargando la "o" , como unos 10 segundos.

- Desde el día en que nos conocimos, lo se, es la forma en en que me miras y el charco de babas que dejas a tu alrededor. - Mientras hablaba se acercaba poco a poco a su cara, un poco más, hasta estar a 10 centímetros de su boca. - O tal vez, esa vez que estuvimos a punto de besarnos. - Dijo susurrando suavemente, mientras su aliento daba en la boca de ella. - Si tal vez sea por eso. - Y rápidamente se separo.

- ¿Tienes algo que hacer hoy,aparte de divertirte con las compras?. -

Tenía que admitirlo, el chico era bueno en el juego de palabras pero ella no se quedaba atrás. Alzó una ceja al ver cómo se acercaba y en lugar de echarse para atrás o ruborizarse se quedó así, ladeando la cabeza de forma que si acortaran al completa la distancia que les separara sus bocas se unirían a la perfección. Le encantaban esos juegos con Alec, los chicos normales frente a eso se le abalanzarían pero él aguanta como un auténtico hombre a pesar del efecto de su don.

- Y tal vez si hubiese sucedido estarías ahora como todos los chicos: en la palma de mi mano– Alzó la mano extendida entre las caras de ambos y se separó a la vez que él- Claro que sí, gritarle a mi estúpido elfo por no estar aquí ya ¿y tú qué, listo nuestro último curso?

- Más que listo, este año como los anteriores me he propuesto un reto. Quería que pareciese entusiasmado y que así ella creyera que se refería a otra cosa y a los segundos contesto chulesco.
- Tengo el reto de tirarme a 300 chicas este curso, ¿qué te parece?... Tu podrías ser una... -Dicho esto coloco su mano derecha en las caderas de ella. - Por desgracia estarás tan ocupada como hoy, así que ya nos veremos rubia.- Dicho esto se fue como vino, sin nada en sus manos y solo. No sin antes pararse y mirar hacia atrás. - Ah, que se me olvidaba, suerte con los libros, a ver si algún alma caritativa te ayuda, yo es que voy cargado.-

Rachel no era nada curiosa pero sí que le interesaba saber qué reto era al que se refería el chico. Claro está que Alec no le hizo esperar y cuando vio por dónde iba puso los ojos en blanco, ¿es que realmente los tíos solo pesaban en eso? Sabia demás que el que tenía delante sí.

- Ni en tus mejores sueños, Payne -. Se apresuró a decir quitando las manos de él de sus caderas con suma tranquilidad, siempre andaban de esa forma y no iba a cambiar. Rió con levedad al escuchar la escusa de que estaba ocupada, aunque en cierta forma era verdad y no tardó en fruncir el entrecejo a medida que escuchaba lo último. Aún así se limitó a mirarlo hasta que desapareciese entre las tantas personas que había.

No pasaron más que un par de minutos cuando sintió que tiraban de sus pantalones. Bajó la vista y ahí estaba; el elfo doméstico de su familia. Al fin. Se levantó y le mostró la pila de libros que tenía que llevar, con lo que la criatura asintió e hizo lo que le decían. Una vez listos, Rachel comenzó a andar por las calles mirando algún que otro escaparate y perdiéndose entre un sin fin de personas.